El estrés es un sentimiento de tensión, proviene generalmente de reacciones donde al cuerpo le representan desafío o demandas, según la Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association, 2020) existen dos clasificaciones de estrés, la primera es el estrés bueno el necesario para estar alertas en situaciones de adrenalina, el cual ayuda al cuerpo a reaccionar o adaptarse a circunstancias, un ejemplo claro es cuando hace frio, el cuerpo se tensa para combatir ese estado de alerta, por su contra parte, el segundo, es el estrés malo este es derivado principalmente de situaciones duraderas además de que se convierte en estrés de tiempo prolongado.
Científicamente el estrés es una liberación de la hormona Cortisol para que el cerebro este en estado de alerta tanto psicológicamente, física y emocionalmente, sin embargo en el momento que se vuelve prolongado, es decir, cuando la respuesta natural se descontrola es cuando desencadena peligrosas reacciones al cuerpo humano (MayoClinic, 2019).
Dentro de estas clasificaciones se encuentran tres niveles de estrés, el primero el agudo; es el estrés común y se produce como reacción a la exigencia o una presión puntual dado a esto es de corta duración y no genera daños importantes físicamente, además es fácilmente manejable y tratable. Parte de los síntomas comunes son: problemas físicos como musculares y estomacales, agonía emocional, presión alta, mareos, migrañas entre otros. Cabe destacar que en pequeñas dosis el estrés agudo puede resultar positivo, ya que nos anima a actuar en el presente (Libbys, 2021).
El segundo estrés agudo episódico; aquel estrés agudo que se repite con frecuencia, cambiando la forma de pensar del individuo convirtiéndolo en un ser pesimista, irritable, con resistencia al cambio, y, por lo general, suele tratarse con terapia psicológica. La persona suele ser desordenada, asume muchas responsabilidades que no puede organizar las exigencias autoimpuestas (American Psychological Association, 2020).
Y tercero el estrés crónico; aquel que produce cansancio, desgaste físico y emocional, las personas se desgastan hasta llegar a un punto de crisis nerviosa muy grave, debido a que el estrés aniquila el cuerpo, la mente y la vida. A largo plazo, el desgaste consume los recursos tanto físicos como mentales, es difícil predecir tratamientos para este tipo de estrés ya que pueden requerir desde tratamiento médico y de conducta para el manejo del estrés (Sanitas, s.f.).
El problema radica en que se presenta de manera silenciosa y cuando está ocasionando diferentes afectaciones estas pueden ser tan dispersas que no se logre identificar anticipadamente, porque, por lo general, las personas se acostumbran a vivir con él, es decir, el cuerpo se acostumbra a estar en alerta todo el tiempo, desencadenando a futuro problemas más graves de salud como: presión alta, problemas cardiacos, diabetes, depresión, problemas psicomáticos como el insomnio, entre muchos otros (MedlinePlus, s.f.).
Las causas de tener estrés dependen de la capacidad de cada persona de poder lidiar con las situaciones, al final de cuentas el estrés no se puede evitar (Topdoctors, s.f.).
El estrés es indispensable para la vida. Todo se remonta desde los primeros años de la humanidad en donde el ser humano se dedicaba a la caza y el cuerpo reaccionaba al peligro. Como afirma Gallardo (2020) “Ahora las adversidades son muy diferentes y las situaciones cotidianas o laborales nos llevan a activar ese mecanismo de estrés sin necesidad de que nuestra vida corra peligro”.